El cerebro es Robin Hood
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El cerebro es Robin Hood
El deseo de combatir las desigualdades, especialmente las que dividen el mundo en ricos y pobres, no es sólo una cuestión moral. Un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología de California en Pasadena (Estados Unidos) y del Trinity College en Dublín (Irlanda) han descubierto la zona del cerebro donde nacen los sentimientos de paridad, justicia y equilibrio, aquella que más desarrollada debía de tener el famoso Robin Hood, que robaba a los poderosos para repartir el botín entre los desfavorecidos. Los resultados del trabajo se publican en la revista Nature.
Según los investigadores, los centros de recompensa en el cerebro humano responden con más fuerza cuando una persona pobre recibe una recompensa económica que cuando la premiada es una persona rica. Lo sorprendente es que este patrón de actividad se mantiene incluso si el cerebro que está siendo estudiado pertenece a alguien adinerado.
Desde hace tiempo se sabe que a los seres humanos no les gusta la desigualdad, sobre todo cuando se trata de dinero. Dígale a dos personas que trabajan en el mismo sitio y tienen las mismas funciones que sus sueldos son diferentes y comenzarán los problemas. Pero lo que no se conocía era cómo esos sentimientos tenían su propio «cableado» en el cerebro. Según explica Thomas N. Mitchell, profesor de Neurociencia Cognitiva del Instituto de Neurociencia del Trinity College e investigador principal del trabajo, con este estudio «comenzamos a tener una idea de dónde procede la aversión a la desigualdad. No es sólo la aplicación de una regla social o convención, existe también algo sobre el procesamiento básico de recompensas en el cerebro que refleja estas consideraciones».
50 dólares frente a cinco
El cerebro procesa las «recompensas», como comida, dinero o música agradable, que crean respuestas positivas en el organismo, en áreas como la corteza ventromedial prefrontal (CVMPF) y el cuerpo estriado ventral. En sus experimentos, los investigadores examinaron cómo el CVMPF y el estriado ventral reaccionaban en 40 voluntarios a los que se les presentaba una serie de escenarios de transferencia de dinero mientras pasaban por un escáner de imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf). Así, en uno de los casos al participante se le decía que se le darían 50 dólares y 20 a otra persona; en un segundo escenario, el estudiante podía ganar sólo 5 dólares y la otra persona 50. Las imágenes de IRMf permitían a los investigadores examinar cómo el cerebro de cada participante respondía a cada posible intercambio económico.
Sin embargo, antes del paso por el escáner cada participante dentro de una pareja era asignado de forma aleatoria a una de dos situaciones: un participante obtenía una gran cantidad monetaria al inicio del experimento (50 dólares) mientras el otro comenzaba sin ningún dinero. La forma en la que los centros de recompensa cerebral de los voluntarios respondían ante los diversos escenarios dependía de si comenzaban el experimento con una ventaja financiera sobre sus compañeros.
Sin egoismos
«Las personas que comenzaron pobres tenían una reacción cerebral más fuerte ante las cosas que les daban dinero y no reaccionaban ante el dinero que se le daba a la otra personas», explica Colin Camerer, del Instituto de Tecnología de California y coautor del estudio. Lo que sorprendió a los científicos fue que en el experimento las personas que empezaban ricas tenían una reacción más fuerte cuando la otra persona conseguía dinero que cuando lo hacían ellas mismas. «En otras palabras, a sus cerebros les gustaba que los otros consiguieran dinero más de lo que les gustaba conseguirlo a ellos», añade Camerer.
Los investigadores saben ahora que estas áreas no sólo procesan el interés propio sino que además de responder a las recompensas que se consiguen también lo hacen ante las que consiguen otros individuos. Los autores señalan que el siguiente paso es intentar comprender cómo estos cambios se trasladan a la conducta. Así, ponen como ejemplo a quien descubre que le pagan menos que a otro por el mismo trabajo y podría terminar trabajando con menos interés y motivación.
Según los investigadores, los centros de recompensa en el cerebro humano responden con más fuerza cuando una persona pobre recibe una recompensa económica que cuando la premiada es una persona rica. Lo sorprendente es que este patrón de actividad se mantiene incluso si el cerebro que está siendo estudiado pertenece a alguien adinerado.
Desde hace tiempo se sabe que a los seres humanos no les gusta la desigualdad, sobre todo cuando se trata de dinero. Dígale a dos personas que trabajan en el mismo sitio y tienen las mismas funciones que sus sueldos son diferentes y comenzarán los problemas. Pero lo que no se conocía era cómo esos sentimientos tenían su propio «cableado» en el cerebro. Según explica Thomas N. Mitchell, profesor de Neurociencia Cognitiva del Instituto de Neurociencia del Trinity College e investigador principal del trabajo, con este estudio «comenzamos a tener una idea de dónde procede la aversión a la desigualdad. No es sólo la aplicación de una regla social o convención, existe también algo sobre el procesamiento básico de recompensas en el cerebro que refleja estas consideraciones».
50 dólares frente a cinco
El cerebro procesa las «recompensas», como comida, dinero o música agradable, que crean respuestas positivas en el organismo, en áreas como la corteza ventromedial prefrontal (CVMPF) y el cuerpo estriado ventral. En sus experimentos, los investigadores examinaron cómo el CVMPF y el estriado ventral reaccionaban en 40 voluntarios a los que se les presentaba una serie de escenarios de transferencia de dinero mientras pasaban por un escáner de imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf). Así, en uno de los casos al participante se le decía que se le darían 50 dólares y 20 a otra persona; en un segundo escenario, el estudiante podía ganar sólo 5 dólares y la otra persona 50. Las imágenes de IRMf permitían a los investigadores examinar cómo el cerebro de cada participante respondía a cada posible intercambio económico.
Sin embargo, antes del paso por el escáner cada participante dentro de una pareja era asignado de forma aleatoria a una de dos situaciones: un participante obtenía una gran cantidad monetaria al inicio del experimento (50 dólares) mientras el otro comenzaba sin ningún dinero. La forma en la que los centros de recompensa cerebral de los voluntarios respondían ante los diversos escenarios dependía de si comenzaban el experimento con una ventaja financiera sobre sus compañeros.
Sin egoismos
«Las personas que comenzaron pobres tenían una reacción cerebral más fuerte ante las cosas que les daban dinero y no reaccionaban ante el dinero que se le daba a la otra personas», explica Colin Camerer, del Instituto de Tecnología de California y coautor del estudio. Lo que sorprendió a los científicos fue que en el experimento las personas que empezaban ricas tenían una reacción más fuerte cuando la otra persona conseguía dinero que cuando lo hacían ellas mismas. «En otras palabras, a sus cerebros les gustaba que los otros consiguieran dinero más de lo que les gustaba conseguirlo a ellos», añade Camerer.
Los investigadores saben ahora que estas áreas no sólo procesan el interés propio sino que además de responder a las recompensas que se consiguen también lo hacen ante las que consiguen otros individuos. Los autores señalan que el siguiente paso es intentar comprender cómo estos cambios se trasladan a la conducta. Así, ponen como ejemplo a quien descubre que le pagan menos que a otro por el mismo trabajo y podría terminar trabajando con menos interés y motivación.
Fuente: ABC
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